Una vez más se hace una crítica al desarrollo del urbanismo en los últimos años, ahora centrándose en el olvido del ente humano como principal conformador de las ciudades.

Las ciudades de ahora han dejado atrás su parte social para convertirse en “maquinas”. Esto ha provocado que la parte vital de estas desaparezca por completo. Cada vez hay menos espacios para personas, espacios donde ESTAR  y en contraposición más espacios destinado a IR y VENIR de una lado para el otro de manera RAPIDA, al automóvil. Se le está dando más importancia a las maquinas que a las propias personas.

No resulta apetecible encontrarse en la calle rodeado de tráfico por lados, cada vez hay menos espacios públicos, ¿No interesan?, al fin y al cabo no sería algo distinto a crear lugares donde vivir, donde interactuar, no todo es posible de paredes hacia dentro, en el interior de una vivienda, aislado,  viviendas que también pierden parte de este capacidad de habitar con esa verticalidad, que aleja aún más a las personas de generar una interacción entre ellas. ¿Cómo evolucionar estancándonos en nosotros mismos?

A esto nos ha llevado la globalización. No vale solo con dar respuestas rápidas, sino con dar, además, buenas respuestas, porque de lo contrario nos vamos metiendo cada vez más en una “maraña de malas decisiones” de la que se hace complicado salir, como está ocurriendo ahora en grandes ciudades del mundo.

La reacción de Copenhague, pienso que es bastante acertada, ha sabido detectar el problema a tiempo y poco a poco darle solución, con el objetivo de ir mejorando la vida a las persona que viven en esta ciudad. Un modelo de actuación  que debería de ser imitado en más ciudades de Europa. Por otro lado, la ciudad de Daca, que desde otra posición ve esta fallida “evolución social” de países más desarrollados y que a partir de este reconocimiento determinas las pautas por las que intentan encaminar su evolución.

La barra para conseguir estos objetivos siempre estará en los intereses económicos de las grandes organizaciones, que siempre mirando siempre para su propio ombligo.