En este texto empieza hablando de la Expo de Zaragoza. Uno de los principales problemas de la Expo es que uno de los elementos principales, como es el río, no es usado como un eje claro o elemento unificador como sí ocurre en otras ciudades como París o Londres, sino que lo que hace es separar, crea dos ámbitos diferenciados. Y es más, se produce un gran despilfarro de dinero en edificios que no van a ser usados posteriormente. Se trata de un acto de exhibicionismo, el que no hay visión de futuro y el único objetivo es resaltar, imponentes edificios e infraestructuras cuya vida es limitada y que tarde o temprano serán abandonados sin darle un uso.

“No existe un mal urbanismo, sino que el que perdura es el bueno”. Y esto es una realidad, los malos proyectos que responden a mera formalidad o a una función limitada son, como hablábamos antes, de vida limitada. Cuando se crean proyectos que conectan a personas, que hacen percibir sensaciones, esos proyectos no tienen un tiempo de existencia, no están creados para unas necesidades concretas que pueden ser temporales o para un determinado tipo de personas que son estacionarias, que podrían migrar a otro lugar por x circunstancias.

Se habla de urbanidad material, de reconocer el tejido de las ciudades para saber integrarnos en ellas. Porque un proyecto puede ser tremendamente bello o estrictamente funcional, pero si no sabe conectar con la ciudad y con cada uno de sus ciudadanos de alguna manera estará destinado al fracaso y al olvido.