Solá Morales desarrolla el texto a partir de la descripción de formalismo e informalismo, siendo una ciudad formal cuando se rige únicamente por las leyes urbanísticas e informal cuando su forma obedece a su emplazamiento y a las característecas propias de un lugar.

Creo que una buena ciudad sería el resultado de una síntesis entre ambos conceptos. Nunca hay que dar la espalda a las singularidades que pueda tener el espacio en el que se encuentra la ciudad, ya que atendiendo a éstas y a cómo solucionar los problemas urbanos que puedan plantear se puede llegar a la máxima potencia de la ciudad. Me gusta una frase del texto en referencia a esto: "La belleza de poner orden sobre las dificultades del sitio y su necesidad".

Si convertimos las singularidades del emplazamiento en nuestra herramienta principal a la hora de hacer ciudad, las ciudades empiezan a ser genuinas, a distinguirse de las demás ya que no se dan dos condiciones iguales. La Alhambra no está en cualquier sitio, es como es por su emplazamiento. No es casualidad que se encuentre en esa colina, sin su relación con el darro la presencia que tiene el agua no existiría. Granada también es genuina por su conexión con la sierra y con la costa, y su localización junto a la vega y las colinas circundantes.

La ciudad de periferia crece descontroladamente, está perdiendo esta vertiente informal que es tan necesaria. Cuando paseas por una de estas ciudades no sabes si estás en Granada, en Málaga o en Albacete, por poner como ejemplo España, claramente estas ciudades no tienen nada que ver entre si como para no distinguirse.