Parece que hemos llegado al momento en el que nos hemos dado cuenta de que aun no hemos logrado una precisión de los espacios públicos, no hemos logrado alcanzar la calidad que esos espacios requieren tanto en su arquitectura como en su comunicación, funcionamiento, sociabilidad... al contrario los hemos entendido como lugares cuya calidad la alcanzan con el abarrotamiento arquitectónico.

Es difícil pensar en una manera de hacer espacios públicos correcta y de medir la calidad de estos, ya que no hay unas normas establecidas a la hora de condiciones que deben reunir, ni funcionamientos... ya que algunos simplemente reforman espacios, otros los crean, otros son a causa del crecimiento urbano, así como que están en continuo cambio, como todo aquello que depende de lo colectivo, cada espacio responde a un significado que le han dado los ciudadanos, para que sea de calidad debe alejarse de derroches y de modas y ser flexible, ser libremente interpretado y responder a un gran numero de intereses. 

A lo largo de los años se ha visto una evolución e intención de mejorar los espacios públicos,  aunque en multitud de ocasiones estos han sido tratados como una hoja en blanco en la que se puede experimentar y no como un tema urbano de conexión, orden y colectividad. 

Una clasificación mas aproximada para estos espacios se hace a través de la actitud propositiva y la intención proyectual distinguiéndolos en proyectos que ordenan cuyo valor es la funcionalidad, otro que aumentan con nuevos espacios cuyo valor es técnico, los que colectivizan, cuyo valor es político y los que inventan que destacan por lo artístico.

Deben crearse espacios para el público y no espacios públicos urbanizados.