UTOPÍA EN MOSCÚ

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El tiempo ha pasado, nos hallamos en el año 2200. Gracias a los avances de la medicina, se ha conseguido aumentar la edad media de mortalidad y la población mundial ha crecido hasta duplicarse. Las ciudades se han extendido hacia los bosques y los campos de cultivo y, ahora es imposible ir caminando al trabajo o al colegio. El uso del automóvil para cualquier desplazamiento ha provocado un nivel de contaminación extremo, y la ausencia de vegetación en el mundo hace que empeore la situación. La gente ahora vive más, pero vive peor: tráfico, atascos, ruido, elementos contaminantes, estrés... ¿Qué podríamos hacer para solventar el problema de ofrecer vivienda a tanta gente, sin que se vea afectada su calidad de vida? En Moscú, la situación es crítica, miles de propuestas sin viabilidad ni resultados. Tenemos que volver atrás, tenemos que recuperar los bosques, los campos, los lugares por los que pasear., tenemos que darle pulmones a la ciudad, ¿Pero, entonces, dónde vivimos? La ciudad imperial, debe encontrar una solución, y la encuentra. Empiezan a plantarse bosques en las alturas, ¿qué mejor manera de respirar aire puro sin límites? Las cubiertas de los edificios se visten de verde, aparecen flores y árboles. Los edificios se conectan unos con otros a través de plataformas, crean recorridos por extensos parques elevados, que ofrecen vistas, puntos de encuentro, lugares por los que pasear, donde descansar y/o relacionarse. Los árboles se convierten en casas, las personas habitan la ciudad sin dañar el medioambiente: viven en él. Así, las casas-árbol se extienden por toda la ciudad, en las alturas, en las calles… Y si vivimos en el aire, ¿Por qué no nos transportamos también por el aire? Un teleférico recorre la ciudad y diversos globos aerostáticos flotan sobre ella. Sin ruidos, sin altos niveles de contaminación, nos trasladamos de un punto a otro, mientras disfrutamos de increíbles vistas y dominamos Moscú.