Desde la antigüedad las ciudades ideales se han formado a través de formas geométricas simples como son la línea y el círculo. Estas mismas formas son las que se han tomado para crear las tramas de las ciudades. Las primeras ciudades sin planeamiento alguno no poseían estos ejes en su forma, pero sí que había una circulación primaria y otra alrededor de la ciudad, (la línea y el círculo).

Cuando se empezaron a crear ciudades con una cierta planificación urbana, se empiezan a crear estas líneas rectas, que podían ir a favor o en contra del terreno. Según las líneas de nivel o la línea de máxima pendiente. Si continuamos la historia también se creaban estos ejes con un cierto carácter decorativo, colocando ciertos hitos en los extremos y creando visuales en perspectiva.

Hasta llegar al siglo XIX con el urbanismo moderno y los planes maestros como el de Barcelona, el Paris de Haussman y las ciudades de nueva planta en América.

No todos los lugares son iguales, estas tramas debían adaptarse al entorno, creadas como una nueva forma de construir el espacio.

Tramas rectilíneas, en muchas ocasiones quebrantando las normas con calles o avenidas diagonales.

Todos estos ejes han tenido unas misiones muy claras a lo largo de la historia, como son las bases para la creación de la nueva trama urbana, jerarquizar el espacio, potenciar el movimiento o embellecer los espacios. Aunque también en ocasiones se han creado ejes que unen ciertos puntos con un motivo más social o cultural. Como los que unen iglesias, pensados para el culto.

Si ponemos un ejemplo muy cercano como es la ciudad de Granada, tenemos unos ejes curvos y otros rectos que hacen una circulación más clara, como puede ser camino de Ronda o a circunvalación. Uno interior y otro exterior pero también se crean otros, con un menor tamaño adaptado a la vida cotidiana que unen espacios dentro de la ciudad con unos recorridos más cortos pensados en parte para el peatón.