En este articulo, el autor hace una clara diferencia entre 2 tipos de ciudades: las ciudades naturales y las artificiales. Las ciudades naturales son aquellas que se crearon de un modo más o menos espontáneo, mientras que las artificiales son aquellas que han sido creadas deliberadamente por diseñadores y planificadores.

Una ciudad natural tiene la organización de un semirretículo, en cambio una organización artificial tiene una organización de un árbol. Un semirretículo se forma cuando se sobreponen dos conjuntos. Un árbol, cuando uno de los conjuntos de una familia esta contenido o bien separado por entero del otro.

A lo largo de la historia, grandes arquitectos han hecho grandes planes urbanísticos. Tal es el caso de Le Corbusier, Tony Garnier, Lucio Costa, etc. Pero si los analizamos detenidamente descubrimos que la gran mayoría de ellos son árboles.

Una estructura social y urbana no puede encajar en un esquema en árbol. Si la ciudad se encontrara sectorizada, como en el caso de la ciudad industrial de Tony Garnier, existirían partes de la ciudad que durante determinadas épocas quedarían vacías. En este caso, las zonas industriales quedarían desiertas los fines de semanas. Lo mismo ocurre con los campus universitarios. En cuanto desaparecen los estudiantes, se convierten en ciudades fantasmas. Es por ello que debemos evitar esta tendencia de agrupar según su función, uso, etc. Sin embargo, si reorganizamos la ciudad de manera que se superpongan los diferentes elementos, esta se convierte atractiva.

¿Cómo solucionaríamos los problemas de los campus universitarios?¿Cómo podríamos mejorar las ciudades industriales? Son algunas de las preguntas que nos podemos plantear al leer el artículo.

La superposición puede crear el caos. Es por ello que debemos comprender exactamente qué tipo de superposición necesita una ciudad moderna e intentar convertir la superposición correcta en términos plásticos y físicos. A pesar de que en la mente humana sea un vehículo fácil, la ciudad no es, no puede ser, ni debe ser un árbol.

Imagen: El árbol de la vida de Gustav Klimt