La autora estudia líneas del plano como ejes de proyecto de urbanismo, y  cómo estos conectan y dividen la ciudad mediante lineas de fuerza, de enlace, de circulación, de tejidos, etc.

A raiz de estos tejidos y el conjunto de ellos, se componen los espacios entre arquitecturas, y de esos espacios las vías y los ejes que dotan de una identidad a la ciudad.

Pero, ¿hasta que punto lo ordenado es atractivo, correcto o divertido? Lo cierto es que hay que encontrar un cierto equilibrio. Calles largas y grandes avenidas pueden llegar a ser aburridas y caer en la monotomía. Calles muy lineales, aunque tengan una geometria clara, limitan de espacios que abriguen.

No se trata, por tanto, de ver que es correcto y que no, sino de ver lo positivo y negativo y lograr sacarle partido.

Otra cuestión que me hace reflexionar el texto es si encontramos estos ejes claramente definidos en toda la ciudad (incluso en el casco histórico) o si sólo se encuentra en las grandes avenidas. El orden, al fin y al cabo, puede tener infinidad de formas y lo importante son los fenomenos que hacen que se ajusten en el tiempo la manera de organizar el espacio, las relaciones de usos, la ordenación social y adaptar una geometria variable según sus transformaciones.

Es cierto que existe gran importancia en los dos extremos de la calle, la relación y la tensión entre dos lugares y la necesidad de que no exista un extremo débil para que se puedan dar esas tensiones. Pero no debemos formalizar demasiado el cómo se usan los espacios. Si hay sitios que se acaban usando para algo distinto de lo que se tenía pensado, atrae y enriquece al espacio.

De igual forma influyen los usos de las calles según su permeabilidad visual: una calle de tiendas pequeña con mucha interacción pública, o un polígono en la periferia, zona de almacenes y sin ningún interés público.