Las calles estrechas que te abrazan, los colores de los tapices, la mezcla de olores a té y cuero, la gente, el frescor de la sombra de los edificios, el factor sorpresa de los patios llenos de macetas verdes en las fachadas... Pasear por la Alcaicería es una de mis experiencias favoritas en Granada. Cada vez que voy, descubro un detalle nuevo, una puerta que no había visto antes, presto atención en la yesería de los arcos, la variedad de tiendas, llenas de color. Y sumado a todo esto, se desemboca en escorzo a la Plaza de las Pasiegas, con la Catedral de dimensiones colosales en contraposición a las angostas calles del zoco del antiguo barrio musulmán.