Una de las cosas que más me llamaron me impresionan en esta época post-covid es el espacio personal que tenemos en las aceras. En un momento en el que valoramos más que nunca la distancia con el resto de personas, a veces impone andar por calles por las que transcurren grandes masas de gente en aceras mínimas. Por ello, mi postal desde un futuro cercano es una vista de Recogidas, una de las principales calles del centro, con una reducción del tráfico al mínimo imprescindible y ampliación de los espacios peatonales para que se adecúen más al trasiego real de gente que tiene.  En rojo quedan resaltadas las aceras, aquello que gana el peatón, manteniendo la línea que a día de hoy delimita la calzada existente. Es una visión de gran complejidad, pues reducir el tráfico en una zona como esta no es misión fácil debido a todo lo que implica, pero algo a lo que creo que la ciudad tiende de forma natural y que tarde o temprano se deberá llegar.