El artículo interroga sobre el grado de planificación necesario, en un contexto en el que a menudo se califica de “bellas”, ciudades que parecen espontáneas mientras que las ciudades demasiado planificadas dan un sentimiento desagradable y son difíciles de apropiarse.

El autor insiste en la importancia del sitio y la ubicación para el proyecto. Cuando no se tiene en cuenta, da un sentimiento de monotonía, mientras que el contexto es estimulante para el proyecto. Crea límites y oportunidades. El medio ambiente tiene también consecuencias para el humano y constituye un recurso que puede organizarse de manera productiva ya que condiciona los comportamientos humanos. La planificación urbana requiere una consideración multiescalar, desde el paisaje hasta el jardín más pequeño.

Antes de la planificación, hay que captar el "espíritu del lugar". Es decir, hay que tener en cuenta al habitante y analizar la situación y el lugar. El objetivo es poder adaptar el programa a las limitaciones del lugar, a su historia y a sus futuros usuarios.

Estoy de acuerdo con el autor en que la planificación urbana es evolutiva y que los principios de hace diez años no pueden reproducirse sin reflexionar en el modelo de la ciudad actual. Por ejemplo, puedo tomar el ejemplo de las ciudades diseñadas para los coches, mientras que actualmente nos centramos en el desarrollo de la movilidad suave.

También considero que el comportamiento humano se tiene muy poco en cuenta, cuando debería desempeñar un papel central en la planificación, para permitir la apropiación del espacio. Finalmente, la noción de calidad urbana en el texto me interroga particularmente. Es una noción abstracta que, en lugar de basarse en cifras, apela a la sensibilidad y requiere sentir el lugar.