En el debate que se realizó la semana pasada surgieron propuestas bastante contundentes tanto del bando a favor como del que estaba en contra.

De los que les toco defender el sí opinaban que el arquitecto era el encargado de poner orden en la ciudad, ya que él era el que mejor entendía de geometría y formas puras; también era el encargado de realizar una serie de estudios previos sobre la zona a edificar para poder actuar con claridad y cierta imparcialidad a la hora de construir la ciudad.

Ante esto; los que estaban en contra (como era mi caso) defendían que los arquitectos eran innecesarios porque no había nadie mejor que el propio ciudadano para saber dónde iba mejor un parque o un edificio de oficinas. Y si sólo había una persona que tomaba las decisiones se podía caer en una especie de “dictadura”.

Realmente pienso que los arquitectos son necesarios a la hora de construir una ciudad, pero no deben estar solos.  Tienen que conocer la zona en la que van a intervenir como si fueran autóctonos de ella. Y sobre todo, deben conocer a las personas que vivirán allí, paseando por sus calles y conociendo sus costumbres. Sólo así podrá tener éxito su propuesta.