A lo largo de la historia el arquitecto ha tenido un papel fundamental en la construcción de la ciudad. Han sido capaces de crear espacios para la vida, lugares donde relajarse, parques donde sentirse libres.

Poco a poco, el papel de otros ingenieros, a mi parecer también importante, ha ido originando una arquitectura simple, mustia, incapaz de transmitir sensaciones emocionantes.

Por tanto es necesaria una auténtica colaboración de arquitectos, capaces y formados para llevar a cabo restauraciones, ideaciones totalmente innovadoras pero siempre respetando el lugar donde se interviene, y por supuesto creando una arquitectura digna de su nombre.

Así pues, el arquitecto aporta el gran secreto de la arquitectura: reunir las cosas y materiales del mundo para que, juntos, creen un espacio.

Los materiales deben concordar perfectamente entre sí, produciendo un brillo único. La luz, otro material fundamental de la arquitectura, bastante escaso en las arquitecturas de ahora, debe imponerse como primer habitante de la arquitectura.

Todos los arquitectos hemos de ser capaces de lograr la mejora de la ciudad, y no es más que llevar a cabo nuestra tarea aportando atmósferas, la magia de lo real, el cuerpo de la arquitectura, la consonancia de los materiales, el sonido y la temperatura del espacio, el sosiego y la seducción, la tensión entre el interior y el exterior, la luz sobre las cosas, la arquitectura como entorno, la coherencia y las formas bellas.

Nosotros trabajamos con todas esas cosas, con un ojo puesto simultáneamente en el lugar, puedo influir o no, y este, es el uso que se persigue.