Para mi entrar en urbanismo significaba muchas cosas. Significaba madurez, porque era la asignatura estrella de tercero, significaba nuevas formas de proyectar, tal vez aumentando la escala, o no simplemente eso.

A veces ha sido un poco duro, pero no por la cantidad de trabajo, sino por el hecho de verme perdido, de no saber por dónde coger algo, de no conseguir hacer algo que funcionara, porque llegaba un nuevo trabajo y no había manera de conseguir un buen resultado, y bueno, en la entrega final ha pasado más de lo mismo, aunque finalmente estoy contento con el resultado.

Pero a pesar de ello, he aprendido, al final, que urbanismo no consiste en plantear un plano de usos de colores, que éste quizás es uno de los caminos, pero el objetivo final es proyectar, proyectar espacios urbanos y entender la ciudad, supongo que para eso son los mil planos previos de análisis, ¡parece que por fin han servido!.

Creo que estos meses han servido sobretodo para romper el hielo, un primer contacto con este nuevo ser, para finalmente descubrir que no es tan diferente de lo que ya habíamos visto, que solo había que abrir la mente. Pero si ya es difícil pensar cómo una persona va a usar su casa, más difícil es pensar cómo unos ciudadanos usan su ciudad. 

Por lo tanto, el margen de error es grande, no tanto grande, sino que pienso que muchas veces es algo imprevisible. Es decir, a lo mejor proyectas "el mejor espacio urbano" y no funciona, o al contrario, a veces no hace falta nada, creo que eso es lo más complicado, saber cuándo somos necesarios y cuándo no, como les ocurrió a Lacaton y Vassal en la plaza de aquella ciudad francesa. 

En fin, creo que es algo que tiene una parte retroactiva, que cuando pase el tiempo seré consciente de todo lo que he aprendido, y sabré mirar con perspectiva, aunque la sensación con la que acabo es buena, estoy satisfecho con mi trabajo, y lo más difícil, creo que desde la distancia y mediante el papel, he conseguido entender una parte del funcionamiento de la ciudad de Estocolmo.