¿Cómo es posible ser consciente de mi aportación a la ciudad?
Al comienzo del curso, el urbanismo se muestra, a mis ojos, como un “arte aséptico”, donde el arquitecto es una figura abstracta que rige; sin embargo, tras el desarrollo del curso, se plantea esta pregunta, más personal, y que incluye, casi publicitariamente, la palabra clave, YO.
Así, es tras volver la vista atrás y recapacitar cuando se observa la evolución de la idea de ese urbanismo aséptico, que aparece en la ciudad casi por arte de magia, a un urbanismo cuidado, lleno de pequeños detalles, y que nace con movimientos leves en sus inicios, desde el propio individuo, en un desarrollo fase tras fase.
Es esta forma de entender el urbanismo como una semilla, como un ser que tiene en cuenta el tiempo, el lugar donde se implanta y el fruto que se obtendrá, lo que genera la posibilidad de pensar que hace el individuo en este trámite, y el poder pensar que el urbanismo es, para mí, la pequeña arquitectura de las grandes cosas.
Aportar a la ciudad se convierte en el desarrollo del curso en un concepto tan ámplio que es difícil de condensar en un breve escrito, pues la ciudad se transforma tan solo con recorrerla, tan solo con elegir un camino frente a otro, al establecer una posición, acotando un espacio, como los niños juegan en una plaza, tan solo marcando un terreno de juego con cuatro piedras…
En conclusión, la pregunta no debería ser qué puedo aportar yo a la ciudad, sino más bien, en qué punto abrí los ojos hacia todo lo que se aporta, y cómo orientarlo a un verdadero cambio.
(Imagen: Artículo de Nelson Acosta Espinoza)