Urbanidad es la calidad de aquellos lugares significantes de contenidos colectivos y políticos en su misma forma material. La Urbanidad material, la capacidad de la propia materia urbana de expresar significados cívicos, estéticos, funcionales y sociales, es concepto básico para la definición de espacio público.

Hablar de espacio público puede ser una convención retorica que esconda la confusión que campa sobre los valores de la ciudad como lugar de la interacción subjetiva, lugar de la polis. Si aceptáramos  la hipótesis de que es la condición colectiva la que define la urbanidad, y que por tanto, la colectivización de espacios y casas, personas e instituciones, movimientos y actividades económicas es el efecto trascendental que la urbanidad comporta, tendremos que pensar que todos los lugares de la ciudad, privados o públicos, individuales o corporativos, son en parte espacios públicos ya que comparten el modo  como son apropiados por los ciudadanos.

Pero no es la escala del conjunto urbano la que habita

Habitualmente tenemos en mente cuando hablamos de espacios púbicos. A medida que vamos circunscribiendo la idea de espacio público en un lugar preciso y delimitado, vamos perdiendo la atención en el espacio público como estructura urbana fundamental y priorizando la singularidad morfológica o ambiental de cada lugar como parcela urbana autónoma como ocasión de formalización independiente.

La construcción del suelo público, hasta ahora resultado inmediato de las necesidades y medios técnicos, es hoy objeto de ofertas alternativas y de gusto opinable.

Proyectos del Archivo Europeo del Espacio Público Urbano

Proyectos que ordenan: hay muchos proyectos que reordenan espacios sobre sí mismos, haciéndolos más útiles, más atractivos, más novedosos. Responden a voluntades políticas de inversión visible, concretadas en ciertos lugares más difíciles o más representativos. Pretenden actualizarlos y ordenar los mismos.

Es difícil que estos proyectos transmitan más contenido que el de un buen maquillaje. La valoración a hacer es sobre todo funcional.

Proyectos que aumentan el ámbito previo del espacio público.

Se orientan a diseñar áreas nuevas, diferentes por su escala, y emplazamiento por dificultades topográficas o por complejidad temática. Es la básica acción urbanizadora. Tienen valor técnico.

Proyectos que colectivizan.

Son aquellos, los más incisivos que asumen una intención estratégica de hacer espacio público con ingredientes privados con un entendimiento del espacio colectivo ( privado + público), como sustancia definitoria de lo urbano. Los proyectos que, explícitamente o no, piensan que urbanizar significa colectivizar, pueden tener mucha o poca forma, porque no son configuradores sino acciones de estrategia mental. Tienen en su sentido íntimo, valor político.

Proyectos que inventan.

Son aquellos pocos que nacen de una ocasión imprecisa, sin programa concreto o sin destino ni limites definidos. Proponen imágenes insólitas a partir de inventar un tipo de espacio público del que, precisamente no existe tipo. Es invención de forma y programa a la vez y es aceptar el riesgo del error o del fracaso, como actitud proyectual. Su valor es artístico.

Pero además hay que distinguir que no todo espacio público por el hecho de haberse arreglado acertadamente conlleva urbanidad.

La urbanidad física está en el tamaño, en la justa comprensión de los límites de un espacio.

La urbanidad de los materiales urbanos está también en el tacto.

En la ciudad contemporánea, ya no podemos ver los espacios públicos en referencia a una noción de estructura urbana, funcional o semántica, como en los años del estructuralismo sino, como los griegos, tenemos que leer el espacio civilizado como un orden topológico táctico. Debemos superar el decorativismo paisajístico, y reconocer el tejido de los materiales, la piel.