Empezamos el curso planteándonos esta misma pregunta: ¿Qué puedo aportar a la mejora de la ciudad? En aquel momento, tenía una idea equivocada del concepto CIUDAD.

Para mí, ésta era una mole de edificios caracterizada principalmente por los atascos, el estrés y el ruido. Sin embargo, no llegaba a imaginar otros aspectos más representativos como son la colectividad, la gran cantidad de servicios que ofrece, la gran riqueza espacial.

Ahora, algún tiempo después, retomamos la pregunta. Tras los diferentes estudios realizados durante estos meses, nos fuimos dando cuenta, paulatinamente, de los distintos estratos de la ciudad. Fuimos analizándolos de forma individual y finalmente se nos planteó un proyecto final, en el que debíamos aunar todo lo aprendido.

Llegado a este punto ha cobrado importancia la idea de concebir a la ciudad como un todo formado por diferentes partes, las cuales deben estar relacionadas entre sí. Las urbes no deben entenderse como meros contenedores de arquitectura sino de VIDA. Y en cada ciudad se desarrolla una vida diferente dependiendo de su herencia histórica, de los ciudadanos que la pueblan, de la capacidad que posee para adaptarse a las nuevas circunstancias q se van desarrollando en ella.

Por todo ello, creo que los arquitectos y los urbanistas, a la hora de desarrollar sus propuestas urbanas, han de tener muy en cuenta estos aspectos y aplicarlos en la medida posible a sus intervenciones. Un proyecto urbano no debe crearse de tal manera que pueda ser colocado indiferentemente en cualquier ciudad sino que ha de formar parte de la urbe para la cual fue pensado.

Además creo que es de vital importancia plantearse cómo nuestros proyectos afectarán a los ciudadanos y a su modo de vivir en cuanto a que serán sus futuros usuarios.