Koolhaas emplea un término radical “demografía apocalíptica”  para definir el grave problema que en los últimos tiempos planea sobre el urbanismo o, como el mismo define, sobre la profesión del urbanista.

Postura altamente pesimista –por no decir catastrofista- que se va agudizando, en este sentido me refiero, a lo largo de todo su artículo con el empleo de términos como “profesionales derrotados” o “fracaso de hoy y la imposibilidad de mañana”; me ha llamado la atención muy mucho la autocrítica que hace de la profesión en general, cuando llega a afirmar que culpamos a otros de la situación provocada por nuestros “incurables deseos utópicos” o nuestro “desprecio” … sin olvidar la “hipócrita relación que mantenemos con el poder”, algo que sigue estando a la orden del día si comprobamos como la crisis del ladrillo ha dañado la estructura económica del país.

También resulta interesante como define la relación nunca pacífica entre Arquitectura / Urbanismo, llegando a afirmar que ahora “vivimos en un mundo sin urbanismo”, sólo con arquitectura que consume hasta el agotamiento los potenciales que sólo el urbanismo puede generar (parasitaria la llama); resulta impactante la frase que en este sentido emplea “cada vez se injerta más sustancia en unas raíces moribundas”.

No obstante termina con una cierta dosis de “luz al final del túnel”, proponiendo para el urbanismo la invasión de las trincheras de la arquitectura, buscando las oportunidades que cualquier crisis ofrece, aceptando la realidad y aplicando grandes dosis de imaginación para modificarla con modestia, intervenciones parciales, realineamientos estratégicos, reagrupamientos limitados; estamos hablando de urbanismo “ligero”, cuya ideología consistiría en la aceptación de lo que existe buscando una nueva idea de lo nuevo.