Creo que hay mucha razón en pensar que el crecimiento de las ciudades puede llegar a ser incontrolable, y aún menos previsible, ya que la ciudad es dinámica y está afectada por muchas variables, mesurables o no, cuantitativas y cualitativas. Las ciudades están en constante crecimiento, como el universo. Pienso que cualquier intervención en la ciudad, por muy pensada que esté teóricamente, no llega a ver su verdadera reacción hasta que está realizada.  El resultado podría ser totalmente opuesto, pero hay que arriesgarse. Aunque el resultado fuera el previsible, no todo el mundo aplaudiría la intervención, ya que puede afectar a la rutina de aquellos que viven de forma “sistemática” (ciudad de Nueva York: taxis en avenidas), etcétera.

Todos somos responsables de la evolución de la ciudad: por dónde caminamos, dónde nos quedamos, dónde aparcamos, dónde nos manifestamos, dónde nos quedamos atascados, hacia dónde vamos, desde dónde venimos, qué queremos, sobre qué intervenimos, y al contrario: dónde NO caminamos, dónde NO intervenimos…

En la medida de lo posible, la ciudad debe ser lo más flexible posible (las autopistas, por ejemplo, limitan, quizá, parte de este carácter de flexibilidad). Pero no deja de ser un objetivo multidisciplinar (urbanistas, arquitectos, sociólogos, psicólogos, economistas, políticos, ingenieros…). No estoy muy de acuerdo con Koolhaas, al decir que haya que invadir el terreno de la arquitectura. Es cierto que es criticable parte de la arquitectura actual, por ser “sólo arquitectura”, pero, a mi modo de ver las cosas, la Arquitectura y el Urbanismo sufren un proceso de simbiosis: uno no puede vivir sin el otro, y en este aspecto debería tenerse siempre en cuenta ambos, relacionarse, fusionarse, diluirse, ya que hay Partes y hay un Todo.

Quizá deberíamos meditar sobre hacer arquitectura más urbana.