Creo que en general, la importancia que ha tenido el emplazamiento para el hombre ha ido de más a menos a lo largo de la historia.

Los antiguos asentamientos tenían como origen las cualidades del lugar, la materia prima y los recursos, las caracteríasticas naturales, etc.

En otras ocasiones se buscaban propiedades topográficas, lugares que proporcionaran mayor seguridad y protección.

No existía un cliente concreto al que satisfacer, todo se guiaba por cierta lógica colectiva y de supervivencia.

Con el paso del tiempo, mientras que tecnológicamente hemos evolucionado, creo que nuestro trato y consideración al entorno ha ido retrocediendo. Lo que debiera ser el germen de cualquier acto arquitectónico en ocasiones se convierte en algo secundario, tangecial o incluso precindible.

Creo que no podemos optar a una completa funcionalidad de un proyecto si no se estudia a fondo el sitio en el que irá emplazado. Claro que el resto de factores son importantes, pero éste es fundamental. 

El mejor diseño puede llegar tener el peor resultado sin un buen estudio del emplazamiento. Por tanto hemos de planificar el sitio, y no sólo teniendo en cuenta el presente y futuro cercano. Un buen planeamiento es aquel que puede servir de base a futuras modificaciones, ya que los clientes, su forma de vida y sus necesidad variarán inevitablemente con el paso del tiempo.

Por ello, creo que la figura del arquitecto ha de ir más allá. No se trata sólo dar solución al problema que nos proponga el cliente. Se trata de ser el "catalizador" de todos los factores. De esa manera surgen obras  integradas, funcionales, que responden a las necesidades del cliente a la vez que lo agradan, pero que además son capaces de sorprender, emocionar y servir de origen a todo aquello que esté por venir.