Kevin Lynch critica en su texto los modelos actuales de planificación y organización urbanística, pues los considera desligados del entorno y del valor humano del emplazamiento.

            Según el autor, existe una relación de retroalimentación entre el medio físico y el hombre, por la cual el hombre moldea el lugar y viceversa. De ahí la necesidad insalvable de estudiar el medio con detenimiento antes de urbanizarlo. Dicho estudio no solo se refiere a las características físicas y accesibilidad del entorno, sino al conjunto de elementos socioculturales arraigados en sus habitantes como consecuencia del hábitat en el que viven.

            Kevin Lynch argumenta que hoy en día los objetivos que priman en la planificación urbanística no tienen nada que ver con esta relación esencial que existe entre el medio físico y el hombre. Las ciudades pierden personalidad cuando todas se planifican de la misma manera para satisfacer las necesidades del hombre sin tener en cuenta el telón de fondo tanto natural como histórico. Así, el autor cuestiona si las ciudades que se construyen actualmente dejarán de ser útiles en el futuro, ya que sus habitantes se hartarán de un urbanismo artificial que no guarde conexión con las características peculiares del entorno y que por lo tanto no evolucione con él.