Menciona que el urbanismo hay que quererlo incluso desearlo, pero esa voluntad no está presente hoy en día. Es verdad que deseamos cambiar esa forma de pensar, ese “no se puede hacer”, ese pesimismo que está presente. Todo arquitecto debe saber hacer lo mejor en cada ocasión y poner la mayor energía en ello, adaptándose a las situaciones y a los requerimientos actuales.

Tenemos que tener claro que las ciudades cogen fuerza con las personas, que son el elemento principal de estas, que a veces no nos damos cuenta de que todo se hace para ellas. En definitiva los arquitectos también son personas, y hay que pensar que nosotros también vamos a vivir lo que hagamos. Se puede acertar más o menos, pero es necesario que las necesidades que pide el lugar se lleven a cabo correctamente. Critica una situación en Mongolia en donde llaman a 60 arquitectos para encargarle un edificio a cada uno. Entiendo esa frustración porque pienso que muy pocos de ellos se van a encargar de ver que está haciendo el arquitecto al que le han encargado el edificio de al lado o de enfrente para que todos estos estén en una misma armonía, para que las edificaciones hagan ciudad y no se conviertan en una serie de edificaciones aisladas, sin relación con el entorno y sin abastecer las necesidades del lugar ni de las personas. 

Por último pienso que el arquitecto debe de saber leer donde no hay palabras y sacar provecho de aquello que a primera vista es una desventaja. Hacer virtud de un defecto.