El texto nos hace reflexionar sobre el impacto de las grandes estrellas de la arquitectura, cómo su arquitectura se mueve más por intereses propios, personales y por atractivo visual, que por la resolución de los problemas y necesidades del sitio. Actualmente muchas ciudades quieren tener su edificio insignia, su Guggenheim, su ópera de Sydney, ese edificio que los haga salir en los mapas, como dirían los Ingleses, quieren conseguir “put the village on the map”, a través de ese edificio impactante pero, una ciudad no se cambia de esa manera. Necesita tiempo, necesitamos pararnos a pensar y a reflexionar sobre qué necesitamos  mejorar y cómo lo llevamos a cabo. Además necesitamos un periodo de adaptación para ver la evolución de los cambios. De esa manera,  los cambios proporcionarán  un servicio útil y una mejora en la calidad de vida de todas las personas. Un ejemplo vivo lo tenemos en Copenhague, que con tiempo y esfuerzo en ese proceso de evolución,  implantó la bicicleta como el medio de  transporte  usual, mano a mano  con el coche.

La ciudad no es algo que podamos definir con demasiada precisión, debido a los numerosos cambios que afronta y a los que se ve sometida. Hoy en día hay más posibilidades de hacer mejores ciudades que hace 100 años. No quiero decir con ello que sean más atractivas  que las históricas,  pero sí más interesantes desde el punto de vista funcional. La gente que vive ahí, necesita moldear la ciudad para que responda y solucione  sus necesidades, no solamente primarias: alimentación, salud, vivienda, educación, seguridad…. Hoy en día el atractivo de una ciudad, está ligado no sólo a lo grande o pequeña que sea, a los paisajes que presente, sino a los servicios que te proporciona. Todos necesitamos saber que nuestra ciudad cuenta con todo aquello imprescindible para vivir seguros, cómodos y confortables. Pero además, queremos, implícitamente, que nos brinde la oportunidad de poder divertirnos, que nos ayuda a evadir los problemas diarios, sin salir de ella. Es por ello, por lo que deberíamos dar más importancia, a cómo diseñamos nuestras ciudades, qué ponemos en ellas, cómo las cambiamos y por qué la necesidad de esos cambios.

En definitiva, a todos nos debería preocupar, “muy y mucho”,  la piel de nuestras ciudades, para no quitar cosas necesarias y poner todo lo que complemente y ayude a mejorar nuestra vida en ella. A fin de cuentas, la ciudad debería ser nuestra casa grande, nuestro hogar y como tal deberíamos cuidarlo y protegerlo.