La utopía que propuso Tomás Moro para el año 1518 pretende una ciudad donde no existe la propiedad privada pues la mayor parte de las cosas son colectivas, tal y como se puede ver en las viviendas que propone para los habitantes, las cuales no se diferencian unas de otras, parecen ser todas iguales, su única distinción viene dada por la adaptación a la topografía.

Esta propuesta de ciudad recuerda a un barrio de Siedlung alemán, pues todas las casas eran iguales, blancas con terrazas, y solo estaban destinadas para ser ocupadas por las mismas personas durante 10 años como máximo, despersonificando por completo la vivienda. El ciudadano por tanto no tiene un sitio fijo al que llamar hogar, no puede desarrollar su intimidad, todo está perfectamente planificado sin dar lugar a error.

Este hecho de que la ciudad esté por completo planificada desde su origen es por tanto un antecedente del movimiento moderno, el cual más tarde propondrá este método de “vida” totalmente seducido por la tecnología, y que realmente mira por máquinas en lugar de hombres.

En mi opinión, no se puede planificar todo al milímetro, pues antes o después la naturaleza sigue su curso y los habitantes adaptan y modifican su entorno a su gusto. Así podemos comprobar muchas veces que lo no planeado realmente funciona, frente a la mayoría de lo diseñado previamente al milímetro, lo cual presenta muchos factores que fallan y no conforman un hábitat para el ciudadano.