El texto nos habla sobre la planificación de los elementos urbanos y el uso posterior que a estos se les da. Lynch reflexiona sobre el aparente azar al que está en ocasiones sometido el urbanismo. Un camino de tierra marcado en la hierba frente a una gran avenida vacía. Este es el problema al que debemos enfrentarnos.

En ocasiones parece que esta arbitrariedad es más que acertada. Es aquí donde el arquitecto debe adelantarse al usuario. Debe estudiar bien el emplazamiento (tema del que también se habla en el texto), tener en cuenta las numerosas variantes que condicionan el proyecto, empaparse de las mismas, para adelantarse al ciudadano. Debe buscar ese dificil equilibrio entre lo claramente diseñado y lo ya implantado. Muchas veces los nuevos elementos urbanos entran en desuso por miedo del usuario a romper esa fina línea que establece un orden casi perfecto. 

Un claro ejemplo lo tenemos en las ampliaciones de ciudades actuales. Grandes calles vacías, con mobiliario inutilizado, que sólo tienen como usuario al tiempo, que los deteriora y envejece hasta que al final los destruye.

El texto también gira en torno al emplazamiento. Este debería considerarse casi como una ciencia propia. El lugar en el que se lleven acabo las intervenciones tiene una grandísima importancia. Factores como el soleamiento, el viento, o las sombras pueden hacer que un nuevo espacio configure un lugar de estancia o sea sólo de paso. 

En resumen: debemos adelantarnos a las necesidades del ciudadano buscando un equilibrio entre diseño, utilidad e implantación.