Hasta este año la arquitectura para mi se dibujaba como diseños de parcelas acotadas encerradas en si mismas, con su propio sentido, que las completaba sin necesidad de diálogo con nada más: una referencia, una idea brillante, pero nunca pensando en la escala a la que nos hemos visto sometidos este curso. Yo diría que lo que hemos ido trabajando ha sido como el paso de fútbol sala a los campos de fútbol 11. De repente te encuentras con que los mismos esfuerzos y técnicas que empleabas antes ahora se ven insignificantes ante el aumento de tamaño del terreno y el aumento de variables a tener en cuenta (mayor número de jugadores en este ejemplo). Así pues, la verdad es que he llegado a sentir agobio acometiendo alguno de los urban games propuestos durante el curso, ya que no entraba en mi cabeza trabajar en esas dimensiones, teniendo en cuenta que cada esquina que tratase iba a influenciar en la siguiente, y esta en las de su alrededor, y así, he descubierto que pequeños gestos pueden ser grandes logros o grandes destrozos para una ciudad, y que, gracias a la variedad de ciudades que hemos estudiado en clase, he podido descubrir como cada ciudad es única y tiene sus dinámicas y características que la convierten en un reto a la hora de intervenir en ella. También creo que, lógicamente, no hemos podido profundizar mucho en las materias enseñadas en clase debido  a la magnitud de lo que estamos hablando: mejorar una ciudad. Si creo que los textos, solo algunos, han podido ayudarme a la hora de ir ejecutando las tareas semanales, he disfrutado mucho haciendo la maqueta y trabajar en grupos tan grandes ha sido una experiencia nueva que ha estado bien, tanto por los buenos ratos como por los malos, y al final el resultado no ha sido malo. En definitiva, el curso me ha gustado y creo que ahora se algo más que cuando comenzamos en septiembre.