Primeramente nos pregunta el porqué de planificar, pero rápidamente cambia el rumbo resaltando que la importancia no reside en la respuesta a esa pregunta, si no en la medida en que planificamos.

Cualquier asentamiento humano está planificado en mayor o menor medida. Hoy en día se ha seguido la tendencia de planificar a gran escala, influenciados por las nuevas facilidades tecnológicas, traducido en una gran cantidad de edificaciones en poco tiempo, que prometían grandes beneficios económicos, aunque ahora vemos que no siempre ha sido así.

Algunos ejemplos de este fracaso son las grandes urbanizaciones que se construyeron a las afueras de las ciudades que han quedado vacías como si de ciudades fantasmas se tratase. Para encontrar la clave de por qué han fracasado se debe hacer una crítica en profundidad que a mí me ha llevado a la conclusión de que una de las posibles causas de su poco éxito se deba a que se creó un proceso formal de diseño donde no se tuvo en cuenta el factor humano más allá de lo práctico, es decir, la calidad de vida que se iba a ofrecer, el ambiente.

Aunque en la gran escala es donde se vea el ejemplo más claro, en realidad la escala no es el punto más importante, si no, de nuevo, cómo se ha planificado.

Últimamente se ha caído en el error de obviar el emplazamiento dentro del proceso de planificación, dejándolo en un segundo plano, convirtiéndolo en algo abstracto donde los edificios se introducen de forma mecánica, hasta el punto de considerarlo independiente a la toma de decisiones del arquitecto. Esto es una gran equivocación pues, el sitio está directamente relacionado con el ambiente, determinando la vida de las personas que viven él. A su vez, el ambiente se interrelaciona con el hombre.

Resumiendo, SITIO ≡ AMBIENTE ≡ HOMBRE, traduciéndose en que el entorno es tan social como físico, haciéndose imprescindible cumplir objetivos aportando calidad de vida.

 “El hábitat bien organizado y productivo es una fuente de riqueza para la humanidad”