En el texto de François Ascher “La calle”, se centra en la evolución de la calle, desde la Edad Media, hasta nuestros días. Esta evolución ha cambiado la concepción de la calle y su relación con la ciudad. Se comenzó centrando el uso de la calle en cuestiones del individuo, y en concreto de su estatus social. A pesar de que esto era en cierto modo degradante para determinados sectores de la población y podría decirse que no era del todo “humanizante”, poco a poco el término de la calle se fue deshumanizando cada vez más.
En primer lugar con el desarrollo del comercio, las calles se fueron agrandando con el fin de dejar más espacio a los compradores para observar los escaparates, y en última instancia, con la aparición del coche y otros medios de transporte a motor. Éstos no solo cambiaron la formalización de la calle, haciéndola más grande y separando funcionalmente los espacios peatonales y para medios de transporte. Poco a poco fueron cambiando el esquema de la propia ciudad hasta llegar al punto de que se crean y se expanden ciudades pensadas únicamente para los automóviles.
Esto nos da pie a una reflexión muy importante en cuanto al urbanismo de un futuro cercano. ¿Somos conscientes de hasta qué punto las ciudades dejaron de ser pensadas para personas y lo fueron para los coches? Hemos creado ciudades deshumanizadas que sólo relacionamos con palabras como “ruido”, “contaminación”, “tráfico”…
Es el momento de cambiar este concepto, nunca es tarde. Debemos basar nuestras ciudades, las existentes y las futuras, en las mismas personas y las relaciones sociales entre ellas, de manera que se creen espacios que no sólo sean amigos del medioambiente, sino también del propio ser humano.