Este arte de planificar, desarrollar y dotar a un sitio de unas características propias, que se fundan con el entorno no es sencillo pues se necesita un interés por parte del planificador en conocer el lugar, los usuarios a los cuales está destinado y las consecuencias que esto conllevará.

El planificador tiene que estar inmerso en el mundo donde se realizará la intervención y no caer en la monotonía de copiar formas o elementos que funcionaron en un momento dado. Hay que diseñar, utilizar nuestro intelecto y no caer en la repetición, pues comenzamos a imponernos condicionantes que tal vez no sean necesarios y que con un gesto más simple se consiga el mismo resultado o seguramente mejor.

Pero claro cuando algo muy nuevo se introduce en un lugar asentado y acostumbrado, siempre recibirá críticas como: que no encaja con el entorno, que no tiene relación con lo que hay a su alrededor, en definitiva, que están a gusto como están. Pero si lo pensamos fríamente, antes de que todo lo que a estas personas llaman como “normal” en algún momento de la historia sería algo nuevo, y a su vez criticado.

Por lo que propongo estar abiertos al cambio y no caer en una visión sedentaria del lugar.