Para comprender la imposibilidad del proyecto del espacio público, debemos empezar definiendo qué es el espacio público. Hoy día, el término anda en boca de todos pero nadie parece acertar con su definición. Usado por aquellos que pretenden sacar partido de la situación, probablemente ninguno busque o sepa el fin con el que realmente se diseñan estos espacios, imprescindibles en el desarrollo y la vida de la ciudad. 

Hemos tendido a hablar del espacio público creyendo que es un mero término que no pasa de la teoría, cuando en la práctica influye directamente en la vida de aquellas personas que habitan la zona de la ciudad donde se ubica dicho espacio. Nada más lejos de corregirse este error, ha supuesto una grave infección en el levantamiento de espacios públicos en la mayoría de núcleos urbanos.

Tal y como dice el texto, su definición está limitada por lo que cada uno entiende por espacio público. En realidad, el espacio público debería adaptarse a las necesidades de la zona en la que reside. De ahí que sea complicado definirlo, debido a la multiplicidad de espacios posibles. También se señala la línea entre el ámbito público y privado de estos espacios, ya que los vecinos los sienten como suyos. Creo que este sentimiento de pertenencia está ligado en parte a la continuidad con la que un habitante reside en cierta zona; al final lo que le rodea lo interpreta como una prolongación de su vida diaria, como la panadería donde siempre vamos al medio día o nuestro banco particular. 

Al final es el vecino quien debe de adaptarse al lugar en el que vive, y es por ello que debe escuchársele a él antes que a ninguna voz política si quiere intervenirse correctamente en el lugar. Pero no debemos olvidarnos de que el espacio público forma parte también del resto de la ciudad. Es más, este espacio debería ser una transición entre el habitante y la ciudad. Un intermediario o conexión que enlazase ambos elementos.