“No debemos olvidar que en su interior anida la vida misma, hasta confundirnos y hacernos creer que son ellas las que viven y respiran.”

Entender la ciudad como una más, dentro de una democracia donde todo aporta. El corazón de la ciudad es el nuestro. La sangre, las calles; las venas, los edificios. Si no somos capaces de palpitar al ritmo necesario, los edificios coagularán.

   “…, la ciudad exteriorizada es mucho más opuesta al campo que a la ciudad interiorizada… para los vecinos de la primera, el verdadero hábitat es el exterior, la calle, la plaza,…, tiene paredes (fachadas) que lo segregan del campo circundante. Sin embargo, la ciudad íntima tiene su hábitat en la casa, defendida por techos y paredes. No necesita segregarse del campo,…, es aislante que ayuda poderosamente a la intimidad.”

Entender el campo como una ciudad y traerla a esta misma, interrelacionando con ella. En estos conflictos que definía Manuel de Solá-Morales surge la ciudad. El íntimo se hace vecino, y este coge proximidad con muro y techo.

Avanzamos aquí hacia la ciudad actual, más compleja y rica, llena de diversidad y diversión, creando pieles para esas calles seguramente de una forma más adecuada.

   “… es perfectamente comprensible que para todo hombre latinizado y mediterráneo lo esencial y definitivo de la ciudad sea la plaza y lo que signifique, … A este respecto, no es sintomática la construcción de los pueblecitos de New England.… al llegar al centro dejan un gran espacio vacío, llamado common…. una parte del campo especialmente preservada… poniéndolo en valor, exaltándolo.”

Este es el urbanismo. A nivel de contexto entiende las condiciones y las reinterpreta. No existe un urbanismo global, aplicable en todas las ciudades, existen unas condiciones que eligen su propio urbanismo.

Imagen obtenida de: http://elpais.com/diario/2004/10/31/cultura/1099173604_850215.html