Se distinguen tres tipos de ciudades, la primera una ciudad pública que le da más importancia a los espacios públicos donde la gente se reúne a debatir, como el ágora griega. Estas son las ciudades en las que vivimos, donde el proceso de diseño empieza desde fuera hacia dentro, es decir, lo último que se diseñan son las casas que se amoldan a la parcela que les toca, producto de un entramado de calles y plazas definidas con anterioridad.

Por otro lado están las ciudades domésticas, en ellas el proceso de diseño es al revés, se van creando casas y las calles se ajustan a la disposición que adoptan las viviendas, de ahí que nos encontremos ciudades laberínticas, sin ningún orden claro y sin apenas espacios públicos donde socializar con los ciudadanos, un tramo intermedio serían las ciudades islámicas que aunque cumplan con las características de las ciudades domésticas si tienen sitios de reunión, los patios de las mezquitas, mucho más privado e íntimo que las plazas públicas.

Por último, en la época de la revolución industrial surgen las ciudades en torno a fábricas, un ejemplo son las Salinas de Chaux de Ledoux, una ciudad cerrada para empleados donde se optimizaban los tiempos de llegada al trabajo y tenían todo lo necesario para vivir, ese era el problema no conocían otra vida que no fuese el trabajo, con la llegada del movimiento moderno y las expectativas de mejorar la vida de las clases obreras estos proyectos de ciudad-fábrica no se llevaron a cabo, pero si se intentaba acercar las viviendas a los centros de trabajo, es el caso de Hans Scharoun y Walter Gropius en la Siemensstadts, proyecto promovido por la empresa Siemens para albergar a sus trabajadores.