Empecemos analizando a la ciudad utópica que propone Tomas Moro. ES una ciudad perfecta, en la cual absolutamente todos los engranajes de la sociedad funcionan correctamente y conllevan a la perfecta convivencia de la sociedad. Todo es de todos, y nadie necesita nada más de lo que ya posee.

Pero esta ciudad es, me atrevería a decir, una verdadera ciudad sin alma, en la cual nadie aspira a mejor, nadie quiere ser mejor, todos hacen lo suyo diariamente, es una vida aburrida y monótona. Imaginemos por un momento, en el campo de la arquitectura, una sociedad como la que se plantea, ningún arquitecto intentaría trabajar por hacer las cosas mejor, no podríamos experimentar ese maravilloso proceso que lleva a cabo un proyecto, en el cual erramos infinidad de veces, hasta estar satisfechos con nosotros mismo, y no conformarnos con poco. Simplemente existirían arquitecturas repetitivas y mediocres, pues nadie buscaría la excelencia.

Y es que podemos llevar esta reflexión más allá del ámbito de la arquitectura, a la medicina, la ciencia, la ingeniería, la economía, la enseñanza y por supuesto al aprendizaje. Se plantea una “utopía” que falla en algo tan importante como es el espíritu de superación del ser humano.