El personaje que se encarga de tomar las decisiones urbanísticas, ¿ha de saber compensar el crecimiento de los lugares y el progreso tecnológico? 

El suelo está ya distribuido, lo que hace la colocación de los edificios en huecos pensados previamente por otro, sin libertad. La ordenación de las zonas determina el carácter social de esta, y viceversa. Se refleja perfectamente al comparar una vivienda de un obrero con la de un burgués.

De algún modo, nuestra rutina condiciona todo lo que nos rodea, desde el ambiente hasta las estructuras. Dependiendo de las actividades a realizar, la importancia del edificio y su escala será condicionante. Hay que tener en cuenta que el emplazamiento implica una sociología, política, economía..., propia del lugar, ese y no otro. La forma se ajusta a estas necesidades.

"La reflexión de la experiencia continuará modificando el plan", es decir, nunca pasará de cambiar la ciudad mientras haya población que viva en ella. Aún existiendo límites físicos, al igual que límites personales -refiriéndose al que proyecta-, la continuidad y relación con lo pre-existente permanece.

Por otro lado, el tener un cliente en espera de un buen resultado, bien ejecutado y de bajo coste, supone una presión extra sobre el proyecto. Además de todos esos pretextos individuales de los arquitectos. Aunque llega un punto en el que imponer ciertos límites puede ser beneficioso para trabajar, nos otorga, al menos, una dirección que seguir, el camino por donde empezar: el programa.

El diseñador comienza por algunos datos previos, sin hacer caso a la zona, y así llegará a otra idea futura, justamente lo que en un tiempo será pasado, y sucesivamente.

Imagen de portada: https://exhibitioninquisition.files.wordpress.com/2013/08/lynda-resnick_resnick-pavilion_lacma_walter-de-maria_interior.jpg