Cada persona tiene su origen y su refugio. Y ambos se encuentran en las ciudades que un individuo ha vivido. La ciudad forma parte de cada ser humano, cambia su carácter, afecta su forma de ser. Hasta la ausencia de ella puede tener los mismos resultados. Por esa misma razón la forma que adopta una ciudad es importante y conduce a sus habitantes a un cierto modo de vida. Charles Montgomery en su libro ‘Happy City’ trata de cómo se puede conseguir una ciudad feliz, partiendo como ejemplo a Enrique Peñalosa, ex alcalde de Bogotá. Su argumento es que la expansión, el crecimiento de baja densidad, suburbios dependientes de los automóviles  (que son los que provocan  la mayor parte de la nueva construcción de viviendas en muchas partes del mundo), pueden hacer un habitante infeliz.

Para el crecimiento controlado de una ciudad se debe tener en cuenta varios temas, no solo físicos pero también sociológicos. Es importante conducir la población hacia un modo de vida común, esforzar las relaciones personales, hacer que el nivel de vida sea digno. Vancouver es un ejemplo positivo que ha logrado ser  una  ciudad de gran altura, en la que las personas de diferentes niveles de ingreso viven juntas, con sus calles animadas por múltiples actividades.

Una ciudad debe cumplir con su compromiso hacia sus habitantes. Las necesidades cambian, los recursos son diferentes pero la manera con la que se afrenta el urbanismo no se ha desarrollado. Moscú ha sufrido unos grandes cambios las últimas décadas lo cual ha llevado a la desaparición de las calles anchas y cómodas, y la aparición de callejones estrechos y alineados, patios sin luz, condiciones que no son dignas de una ciudad de glorioso pasado. Lynch reflexiona en su texto: ‘Ahora incluso se teme que la tecnología pueda amenazar la continuidad de la vida. La contaminación empeora el sistema viviente’. eso mismo se puede comprobar en cualquier ciudad con ensanchamiento de los años del boom constructivo. La búsqueda del mayor beneficio personal, el alineamiento, el avance tecnológico sin morales, la crisis de los estilos arquitectónicos, la normalización de la vida cotidiana, son pocos ejemplos de las causas del estado pésimo que sufre el urbanismo actual.

Koohlaas reflexiona al final de su texto ´..y si redefinimos nuestra relación con la ciudad no como sus hacedoras sino como simples sujetos colaboradores.´ Hay que volver a mirar con nueva perspectiva el modo de vida que se ha desarrollado. La gente se ha acostumbrado en seguir los grandes avances pero no en lo que consiste cada avance en sí. Y eso se refleja en las ciudades que viven. El problema es que hay que cambiar de mentalidad, ya no se puede seguir viviendo en la adolescencia, ya hay que ser adultos.