¿Qué hace que una ciudad evolucione? ¿Cómo cambian? ¿En qué radica su belleza? 

Descubro con asombro ciudades que marcadas por fuertes rasgos propios de la edad media se presentan, a mi parecer, con una gran belleza. Me imagino como aquellos arquitectos de antaño que realizaban el Grand Tour por los países mediterráneos encontraban en Italia la belleza urbanística de la que carecían sus ciudades. Y pensando en esto me doy cuenta de que es eso de lo que carecen las nuevas ciudades, de un buen urbanismo. Cegados en la idea de la producción de una gran cantidad de edificios, centrados en su funcionalidad y capacidad para cobijar al mayor número posible de personas, hemos dejado en decadencia el urbanismo, en un segundo plano. Nos hemos obsesionado con organizar y nos hemos olvidado del arte de componer. 

Los edificios, las casas, los monumentos configuran la ciudad, pero es el urbanismo lo que le da vida. Y es esto lo que hace falta, un urbanismo vivo, capaz de potenciar la arquitectura. Un urbanismo en continuo movimiento, ya que la ciudad está viva, no para de moverse. Un urbanismo que en colaboración con la arquitectura no haga solo un buen lugar para vivir, sino un lugar en el que te guste vivir.