Este rincón mágico se encuentra en la entrada del Carmen de Santa Ana. Se llega desde el Paseo de los Tristes (el Paseo de los Taxis) cruzando uno de los puentes sobre el río Darro. El camino es escarpado, destinado a los pies curiosos. Al llegar al sitio vemos un espacio respaldado por las puertas de las viviendas y abierto al Albaicín enmarcado por la vegetación. Es una vista muy cercana, casi una conversación de cara a cara y aunque parece que todas las ventanas nos observan, en realidad somos nosotros los observadores, porque al estar a los pies de la Alhambra este rincón queda ensombrecido por su grandeza.

Este lugar me resulta mágico porque no pasa mucha gente ni ruido por aquí. Se oye el río (al menos en mi cabeza) aunque no se ve, se refleja el aćordeón de la Plaza Nueva, el murmullo atenuado del Mirador de San Nicolás y las voces ocasionales de las casas. Es un mirador que no habla sino escucha.