Los espacios son recuerdos, instantes que marcan la vida y moldean movimientos. Las ciudades, la disposición de éstas, generan sensaciones y por tanto son partícipes de la vida de las personas. A su vez, la ciudad y los espacios vienen dados por las relaciones entre las personas de una época y lugar. Podemos realizar una triste lectura de la sociedad actual a través del modelo de ciudad que reproduce. 

La ciudad actual no solo ha perdido la escala humana física, también ha perdido la escala sensorial. Ha antepuesto los intereses individuales a los colectivos, ha separado a las personas, ha limitado sus capacidades creativas, sus relaciones.

Una ciudad así solo la crea una sociedad corrompida, apartada de los aspectos sensoriales que aportan bienestar al ser humano, una sociedad que se engaña con deseos materiales y cuyas ambiciones tienen que ver más con el último anuncio emitido en televisión que con una experiencia viva.

Las previsiones hablan de 10.000 millones de personas en 2050. Se hace imposible continuar reproduciendo el modelo actual. La realidad nos está despertando a gritos del sueño -pesadilla- en la que vivimos.

En esta nueva etapa, el reto es la felicidad de las personas, la introducción de la felicidad e interactividad como valor de calidad de vida.

Para lograrlo debemos entender que lo urbano y los valores de la sociedad van cogidos de la mano y encontrar la manera de derribar los falsos mitos de la ciudad actual como ejemplo de modernidad, conseguir que las personas tomen conciencia y encontrar la forma de seducir a los grandes poderes.