La profesión de arquitecto como tal tiene como objetivo el dar el paso entre lo existente y el entorno futuro que se proyecta como solución constructiva de forma que este en relación con el entorno, en este concepto también entra la ecología.

 Cada ciudad cuenta con una estructura diferente con diversidad de partes e identidades distintas que hay que preservar. Para ello se deben estudiar las geometrías lineales de los principales ejes de las mismas que han servido en muchos casos de flujos de vida. Las calles a las que nos referimos tienen la capacidad para conducir el movimiento y expresar el potencial de la imagen del espacio público.

El estudio de cómo dibujar estos ejes se ha realizado desde la antigüedad. Desde la ciudad romana que separan mediante una gran muralla el centro del territorio, la ciudad, o como de proyectos de los ejes urbanos limpios gracias a la perspectiva del Renacimiento, Barroco o de la Ilustración, ciudades ideales con perspectiva euclidiana. Las carreteras, acueductos, canales o puentes  isabelinos imponen geometrías propias al movimiento ajustadas a la economía y topografía. Destacando el reto del ensanche de Barcelona de orden, pureza y autonomía.

Es en los ensanches donde se comprueba el buen funcionamiento de los ejes, mecanismo universal para definir el suelo urbano.

La arquitecta Rosa Barba Casanovas en este artículo explica la importancia de este estudio de los ejes, los cuales tienen distintas cualidades dependiendo de las necesidades e historias de las ciudades, y que hoy en día se definen en espacios necesarios para sus habitantes. Un urbanismo de la ciudad definida por distintos tejidos, canales y ejes que establecen las partes de las mismas desde las más emblemáticas a las menos.