En primer lugar me resulta curioso que sea un ingeniero de transportes el que hable de que las calles son espacios públicos y que necesitamos ciudades más humanas. Así como favorecer la concentración, diversidad y vitalidad de actividades que la intensidad de coches ha eliminado.

Cuando explica en qué consisten las calles compartidas menciona dos exigencias a nivel ciudadano que implicarían este cambio. Por un lado habla de que la libertad que ofrecen estas calles requiere como contrapunto una mayor responsabilidad ciudadana. Al no haber límites de pavimentos, señales, etc… seremos nosotros mismos lo que establezcamos estos límites. Defiendo esta idea en tanto en cuanto exige a las personas una mayor conciencia de colectividad, respeto y atención por lo que sucede a nuestro alrededor.

Por otro lado habla de la necesidad de reducción de las velocidades. Este sería uno de los límites que deberíamos ponernos cada ciudadano para el buen funcionamiento de las calles compartidas. Pero además de un límite me parece que podríamos considerarlo casi como un regalo, ya que la velocidad con la que ahora atravesamos los espacios públicos, siempre sumidos en nuestro mundo pensando las miles de cosas que tenemos que hacer y a dónde llegamos tarde, impiden que podamos disfrutar de estos espacios y de la gente que transita o está en ellos. Sencillamente una reducción de la velocidad en la que estamos en la calle creo que mejoraría nuestra calidad de vida.