Rio de Janeiro se impone sobre el entorno, acabando con los ritmos del bosque autóctono, se asienta como una barrera a lo natural, nos habla de orden en un lenguaje caótico, alejado de todas las capas de su realidad inmediata.

La nueva Rio es un nuevo orden. Las tramas construidas exclusivamente para el transporte desaparecen de la superficie, enterrándose bajo tierra y construyendo un entramado pensado para el movimiento, que se vincula con la ciudad a través de nodos. De esta forma se generan miles de nuevos espacios en la superficie que permiten la entrada del bosque en la ciudad, creándose una simbiosis natural entre el territorio y el ser humano.

La nueva Rio es más capaz. Al desaparecer las calles la ciudad puede acoger más habitantes, así se pueden crear nuevas viviendas en esos espacios generados, pero además éstas son más capaces de dar una alta calidad de vida a las personas, ya que se pierden las densidades estresantes y el ruido constante. La ciudad es así más versátil ante su propia expansión y más fácil de mejorar.

Esta nueva Rio no niega la ciudad vertical, más bien la impulsa, porque quiere ser responsable con el terreno y sus límites, y entiende esto creándose a través de muchos niveles urbanos, lo que la hace compleja, pero sobretodo humana.