A pesar de la concepción negativa del modernismo por parte del autor entiendo que los errores que le atribuye al movimiento no son completamente irreversibles.

Creo en el aprendizaje a través del error y aunque los errores que se puedan cometer en el proyecto urbanístico sean graves y difíciles de corregir nos acercan cada

vez más a la solución idónea. 

Sin embargo estoy de acuerdo con el autor es que estas acciones derivadas del modernismo han condicionado nuestra visión hacia este tipo de arquitectura, lo

moderno como lo simple y lo blanco; olvidándonos de materialidades, de encuentros, de atmósferas... Sin duda son elementos que se dan en la buena arquitectura, independientemente del movimiento al que pertenezcan, pero condicionan nuestra aceptación y nuestra conformidad. 

 

Me llama la atención el tratamiento que le hace a la ciudad, como un ente que vive sin interrupciones, a una velocidad de vértigo a la cual no hemos sabido adaptarnos. Sin embargo creo que esto forma parte intrínseca de la ciudad y no por ello tenemos que obsesionarnos con llegar a una meta concreta, a una fotografía de la ciudad ideal. Su naturaleza orgánica hace que sea imposible su etancamiento, hace necesario el cambio. Todo esto nos lleva a la conclusión de que es necesario el urbanismo de acciones, de propuestas, de encuentros, de evoluciones. Un urbanismo que abre caminos, no que los pavimenta y los limita. 

 

La idea de que "la" ciudad no existe, de que la búsqueda de identidad para la ciudad sea una búsqueda en vano, una idealización de un pasado nostálgico me parece completamente erróneo. Creo en la identidad de las ciudades, en las atmósferas concretas, en sociedades características. Me parece un completo fracaso ignorar eso. Obviamente la búsqueda de la identidad de la ciudad con un simple maquillaje de ornamentos o tipologías resulta anecdótico pero que el habitante se reconozca en la ciudad, la tome como propia y la habite con orgullo parte de esa individualidad. Es lógico asumir que las formas se repetirán en otras ciudades, que las soluciones habitacionales se implantarán en otros lugares, que las formas de movilidad se globalizan, pero la esencia de la propia ciudad hace que a pesar de que sus elementos puedan ser similares a los de otra, sean propios. 

 

El problema de identidad creo que reside en la rentabilidad de las soluciones. Por ejemplo, si una ciudad se caracteriza por ser menuda, estrecha, intrincada, de poca altura... Este tipo de construcciones no son cómodas para el coche, no son rentables de cara a densidades y no son "modernas". Es decir, la preservación de una identidad o la búsqueda constante no conviene a políticos e inversores, luego se apostará por otro tipo de propuestas. 

 

Con respecto a la relación del ciudadano con el urbanismo, que según el autor pasa del desprecio a la ridiculización, me gustaría pensar que -a parte de la burbuja inmobiliaria y los productos del movimiento moderno- se debe a un desconocimiento del urbanismo y a una excesiva individualidad. Creo que la misión tanto del político, como del urbanista es acercar este problema al ciudadano, hacer que se implique, que tome la ciudad como propia e intente mejorarla; que comparta sus ideas, sus formas de vida y no demonice las soluciones que se proponen. 

 

(Imagen empleada Calle Cairuán, Córdoba)