Rosa Barba nos introduce la idea de eje de la ciudad como un objeto más con el que comprenderla, ya que en muchos casos la ciudad se desarrolla a partir de un eje, ya sea una ciudad antigua como lo es Roma, o ciudades mas modernas como lo son París y Barcelona. Ella da a entender su sensación de belleza por estos ejes geométricos, cuanto más simples mejor, aunque la ciudad también puede ser bella con ejes de forma irregular.

Lo que he podido sacar en claro de esta lectura es que los ejes no tienen porque usarse unicamente para el movimiento de un lugar a otro, si no que en estos se desarrolla la vida, ya que hay transporte, sí, peatonal o no, pero también hay comercios, lugares de ocio y de descanso y sobre todo lugares de reunión (principalmente en los cruces de estos ejes). Por lo que me da a entender que estos ejes no tienen porque ser rectos para que sean importantes, ya que el transporte rápido que parece lo más importante es realmente lo de menos, lo verdaderamente interesante es la relación que ejerce este eje entre el ciudadano y la ciudad. Con esto no quiero decir que los ejes rectos sean peores ya que estos también generan sensaciones, como la de asombro en la Avenida de los Campos Elíseos conectando puntos de interés como el Arco del Triunfo y el Museo del Louvre, con su gran anchura, su orden y simetría en las filas de arboles, todo esto que al ojo humano le parece bello, pero por otro lado un eje formalmente irregular nos genera otras sensaciones dadas por las esquinas y quiebros del eje, donde con cada giro descubrimos algo nuevo, un ejemplo es Regent Street , cada uno hace diferente y única a su ciudad.