¿Puede abstraerse la imagen de una ciudad a una distribución geométrica de ejes, nodos y tramas? En principio sí, pero no debemos incurrir en la simplificación excesiva, ya que la forma no conviene desligarla nunca de la estructura. ¿Cómo conseguimos no desligar ambos conceptos? Mediante el empleo de ejes, no como simples enlaces, sino como elementos definidos por una materialidad y unos flujos, los cuales permiten dotarlos de diversas funciones (introducción de nuevas perspectivas, recuerdo del pasado, vacío que pone en valor el lleno que le rodea...). Esta idea podría ser clave a la hora de diseñar nuevas expansiones urbanas o ciudades de nueva planta, creando trazos tensionados y espacios nodales que liberan o acentúan la fuerza de esos trazos.

La discusión acerca de cómo abordar la implantación en el territorio, si mediante el pensamiento abstracto o la comprensión empírica de éste, debe pasar obligatoriamente por el análisis de la estructura geométrica de las ciudades; y es aquí donde el concepto de eje toma una actualidad de primer orden, permitiendo vislumbrar un amplio abanico de opciones que sólo podrán corroborarse como útiles o no mediante su materialización en el territorio.