Christopher Alexander hace una clara distinción entre los que, para él, son los dos tipos de ciudades que existen según su trazado: las ciudades naturales, que son aquellas que se han ido formando de una manera natural con el paso del tiempo, espontáneamente, con conexiones entre las distintas zonas, etc..., y las ciudades artificiales, aquellas formadas de manera planificada desde el inicio y en las que se suele dar lugar a la "zonificación", que implica distinguir entre zonas de día y zonas de noche, zonas de residencia y zonas de comercios, etc... Estas ciudades artificiales suelen seguir el esquema de árbol.
Una ciudad funcional es aquella que se ha ido formando a lo largo del tiempo en función de las necesidades de sus habitantes, con buena conexión entre los distintos puntos; por el contrario, las ciudades trazadas a partir de un plan urbanístico únicamente responden al concepto de zonificar, que en algunas ocasiones puede resultar útil para ordenar la ciudad, ya que un trazado geométrico puede ser fructífero para organizar los distintos elementos, pero en exceso convierte a la ciudad en aburrida y repetitiva.
Por tanto, la ciudad debe someterse a un equilibrio: debemos dejar que se vaya adaptando a las nuevas necesidades de sus habitantes, es decir, que vaya creciendo de manera natural, pero organizando y previendo un trazado que la haga lo más organizada y lógica posible.