El arquitecto Manuel de Solà-Morales redacta un prólogo en español para el libro del británico Unwin "Para un urbanismo particular", una de cuyas aportaciones más importantes es la de dar valor al suelo, que hasta la fecha era considerado solo como "propiedad y topografía"; Unwin lo considera ahora como parte de la arquitectura. Es realmente importante saber distribuir el suelo entre la superficie que se puede edificar y la superficie que se debe dejar libre, como zonas de uso público, parques, etc..., ya que, si no se tiene un cierto control, las ciudades acaban por deshumanizarse, convirtiéndose en un trazado de grandes bloques que ocupan toda la superficie.

Considera además que las características del lugar condicionan el trazado de una ciudad, la forma de organizarla, por lo que deja claro que dos ciudades, a pesar de estar trazadas de manera similar, nunca serán iguales, ya que la topografía será distinta en cada caso. 

Para la creación de un buen urbanismo, plantea que este debe basarse en dos conceptos, objeto de su estudio: el "formalismo", que da lugar a un urbanismo apoyado en la legislación, trazado y tradiciones clásica y renacentista, y el "informalismo", que sugiere un urbanismo que se sustenta en el lugar, la edificación, el contraste y la diferencia. La combinación de ambos, teniendo en cuenta lo que cada uno aporta, es fundamental para dar lugar a ciudades realmente funcionales y que se adaptan al lugar en el que se sitúan y respetan las necesidades de sus habitantes.