En este texto, al igual que en el de Koolhaas, se plantea de nuevo el grado de intervención necesario en la planificación de un sitio. Al comienzo resulta un poco supérfluo, al hablar de "bonito" o "feo" cuando se refiere a lugares fruto del paso del tiempo o lugares planificados recientemente, respectivamente.

Sin embargo posteriormente y con tintes teóricos, abarca la labor de planificación. No llega a dejar claro si esta planificación es necesaria, y en qué grado, y esto es algo que hasta cierto punto me molesta, porque suelta el problema, dejándolo abierto a interpretaciones. Quizás es lo que el propio autor persigue, y por lo que ahora podemos comentarlo de manera plural.

Reincide en la idea de la complejidad actual de planificar el espacio, de nuevo al igual que Koolhaas, aunque con una intención menos dramática y mas en pro de solucionar el problema.

La planificación es compleja, si. Pero si entendemos nuestra actuación, primero desde las premisas que se nos presentan (lo que denomina como "objetivos" o "criterios"), pasando por lo elementos de análisis de los que disponemos (el "sitio", las actividades que allí se desarrollarán, los potenciales usuarios...) y experiencias previas que nos sirvan para aprender, podremos llegar a un resultado satisfactorio.

Este asunto me choca, en cuanto que critica las soluciones abstraídas y repetidas hasta la saciedad que no tienen en cuenta las peculiaridades de cada sitio, pero él mismo propone una receta universal que, eso sí, asume que dejará de ser válida conforme pase el tiempo. Pienso que cada lugar necesitará un proceso diferente según las premisas de partida.

Y de este último asunto se desgrana algo que me ha parecido fundamental. No debemos de ver nuestras intervenciones como algo definitivo que afectará a todo lo que ahí vaya a ocurrir. Es una pieza más del puzle, que se interrelacionará con lo preexistente de formas que no habíamos previsto, y sobre lo que pasará el tiempo, modificándose y cambiándose. No debemos de ser drámaticos y evitar el hecho de actuar por el mero miedo a equivocarnos. Hay que mojarse e intentar planear el espacio. Equivocarse, si, pero intentándolo.