En la entrevista a Solà-Morales  por fin encontramos una visión realmente positiva sobre las urbes actuales. “La ciudad es una máquina cada vez más rica y diversa”. Pues se introducen escenarios con mayor complejidad, que precisa y llama a la voz del ciudadano, a la vida, a la diversidad, a entornos mucho más tratados, a la intersección de movilidades, de mezcla social,… y no solo se ciñe a métodos tradicionales, donde todo era más “simple” porque atendía a un modelo poco real y un tanto estático.

No obstante, siendo siempre consciente de la constante amenaza de aquel sector urbanístico o arquitectónico que no actúa por medios leales, o que se mueve por la reacción estética, o por la publicidad, el conseguir exclusivamente un prestigio con desmesurados sobrecostes,… y no bromea al proponer  un “antipremio” en la entrevista para aquellas obras arquitectónicas que califica como “adefesios”. (Cuestionable, pues al fin y al cabo, más sencillo y obvio resultaría aplicar algún tipo de criterio antes o durante su ejecución para evitar el costo total de la construcción y demolición).

Hacer buen urbanismo, para nuestro protagonista, no es simplemente crear una ciudad correcta, sino que hay que ir mucho más allá, pues añade el factor del deseo, de crear emoción, sorpresa, es una cuestión de pasión, de transmitir lo humano que allí habita, es el sentido de acogida o pertenencia. Con el tacto que imprimen los materiales, con los juegos que aportan los elementos tales como esquinas, su revalorización o nueva interpretación, así como elementos naturales, ese abrir al mar o intercambiadores sociales. Posibilitar con el urbanismo la sensación de compartir, que es lo esencial.