Como tipología de ciudades, Christopher Alexander nos presenta dos: las ciudades naturales y artificiales. Las ciudades naturales son aquellas que se crearon de un modo más o menos espontáneo. Las artificiales, o fragmentos de ellas, son las que fueron creadas por diseñadores y planificadores. Hay una crítica por parte de los arquitectos y de la misma población, sobre las ciudades modernas, ya que las tachan de “algo triste e inevitable”, prefiriendo así vivir en una ciudad antigua, natural.

Se piensa que las ciudades modernas carecen de alguna característica que tienen las ciudades antiguas, pero todavía no se sabe cuál. En el texto explica tres posibles soluciones que se plantearon. Una de ellas es controlar la secuencia espacial de los edificios y de los espacios intermedios, mediante parques, patios… algo que consiga dinamizar ese espacio o dotarlo se sentido y con ello de sentimiento. La segunda solución es una protesta contra la monotonía. Consiste en intentar captar ahora la misma riqueza de formas de las casas de una antigua ciudad natural. Para ponerlo en práctica, en la ciudad de Levittown, diferenciaron cada parcela respecto de la de al lado haciendo que los tejados entrasen y saliesen para crear un juego pintoresco de ángulos en la fachada. La tercera idea consiste en volver a la alta densidad urbana, con el pensamiento de que cuanta más gente más movimiento hay y da sensación de más vida.

La diferencia entre ambas ciudades recae en la forma de organizarse. Una ciudad natural se suele organizar como un semirretículo, mientras que una ciudad artificial se tiende a organizar con la estructura de árbol. En cualquier ciudad, ya sea natural o artificial, existen una serie de ‘conjuntos’, que son una agrupación de elementos que por algún motivo consideramos que van unidos. Cuando estos conjuntos de elementos se agrupan y cooperan entre sí, decimos que son un ‘sistema’.

La ciudad árbol se basa en la zonificación. Consiste en separar la ciudad por funciones, que un sector englobe al otro, u otros. Un tema que me llama la atención es el de las universidades, ¿es necesario separar completamente la zona universitaria del resto de la ciudad? Desde mi punto de vista es un error. Si separas estas dos funciones automáticamente estás desplazando a los universitarios a una zona concreta. Esto implica que el comercio y demás servicios se potencien en esa zona no dejando que el resto de la ciudad evolucione. Un ejemplo claro de esto es la ciudad de Granada, donde la mayoría de las facultades se reparten por toda la capital, co-habitando con el resto de los ciudadanos.