Les siempre estoy viendo Weimar, en mi camino de la universidad a casa: montones de turistas, tomando fotos con sus iPhones y iPads de la Casa de Schiller, en el Museo Nacional de Goethe o haciendo selfies con la estatua de ellos enfrente del Teatro Nacional. Pero en una ciudad tan pequeña como Weimar, que cuenta poco más que 60.000 habitantes es el sector económico más importante. Lo que tiene es su pasado, con luz y sombra, prospera con Goethe y Schiller, Música de compositoras como Johann Sebastian Bach y Franz Liszt en los siglos 18 y 19, y decayó durante el régimen nacionalsocialista que cometí crímenes horribles en el campo de concentración “Buchenwald” a las puertas de la ciudad. Esta riqueza de cultura y historia, en lo positivo, así como en lo negativo, es el capital de la ciudad. Pero la mayoría de la gente queda viviendo en el centro de la ciudad, no tiene problemas tan graves como Oporto. El turismo ofreció también para “la ciudad antigua” una salida de la crisis económica. La esperanza era: hacerla más atractiva para el turismo con reducción de impuestos y liberalización del mercado inmobiliario, pensando que un mercado libre va a arreglar los precios. Pero resulta un descenso de inmobiliario disponible, aumento de los precios en alojamiento y vida. El estado final de este desarrollo podemos observar en Venecia. La ciudad de la laguna está muriendo paso a paso. Es sólo una cuestión de tiempo hasta el último habitante va a abandonar su ciudad. Ya hay un reloj en una tienda que les está contando. Y cada día se va más y más gente…

Aunque en sus primeras frases del TFG de Itziar Echebarrieta se puede encontrar la solución para los problemas de cada ciudad turística. Hay que cambiar el pensamiento de lo que es nuestra ciudad. La cuidad no es algo estático como parece a primera vista, sino un organismo vivo, “con capas de información superpuestas”. La respuesta a un problema de un organismo complejo nunca puede ser una intervención, eso es la lección que aprendimos de las faltas del Urbanismo de los años 60 y 70. La solución es lo complejo. No solamente se puede abrir el mercado inmobiliario al mercado libre y peatonalizar algunas calles, pero hace falta hablar con la gente que ya vive en estos barrios. ¿Qué necesitan?, ¿De qué tienen miedo? Y ¿Cómo se puede mejorar la ciudad y su entorno para que sirve para todos, no solamente para los que van a visitarla? La falta que cometieron Venecia y también Oporto es que nadie le interesa los habitantes. El turismo que hay en estos lugares no es un turismo sostenible, sino un turismo capitalista que solamente está enfocado en su beneficio a cuenta de la ciudad y sus habitantes, y por lo tanto a cuenta de la identidad distinta de cada ciudad. La ciudad vive, como dice José Fariña, de sus habitantes y sus redes sociales permanentes. Si somos capaz de salvarlo, salvamos una mayoría de la identidad de la ciudad, la razón por la que queremos visitarla.

Fuente imagen: https://www.elconfidencial.com/viajes/2017-03-18/que-ciudades-ver-portugal-lisboa-oporto-cascais-estoril_1348093/